Alfaguara
2016
320 páginas
Lectura exquisita y diferente,
la vida cotidiana en el Japón de hace un siglo, contrastes, pura actualidad
ética de sensaciones y sentimientos. Perversidad en el amor, dominación,
masoquismo, brutalidad, fetichismo, voyerismo, técnica narrativa perfecta en
cada uno de los once relatos que componen este volumen.
Tanizaki desnuda la naturaleza
humana, seres aparentemente normales en los que conviven realidades diabólicas
o difíciles de aceptar por sociedades biempensantes e hipócritas. Miedo y deseo
que anidan en cada uno de nosotros esperando la posibilidad de mostrarse o
siendo postergados por la educación, por el bien común o por la represión. Aquí
estos comportamientos humanos son presentados con una mezcla de sensualidad y
naturalidad, sin filtros, presididos todos por el común denominador del amor perverso
en sus múltiples facetas.
Las imágenes y el mundo que
muestra el autor, poseen una belleza enorme, pero también desenmascaran contrastes,
desigualdad, sometimiento. La vida misma que permanece escondida a los ojos
inocentes, mostrada con toda su crudeza y esplendor.
El erotismo aparece en detalles
descritos con sabiduría y lentitud.
Respecto a la técnica narrativa,
Tanizaki, siguiendo una cierta tradición japonesa, no empieza ni termina las
historias, en realidad nos cuenta un fragmento de ellas (plagadas de detalles)
y es el lector el que debe rellenar el antes y el después de cada historia; así
los finales son abiertos y con variadas posibilidades que cada uno con su
imaginación podría continuar.
De los once relatos que contiene
el presente volumen, ya conocía Tatuaje
de una edición anterior delicadamente ilustrada, el que más me ha gustado es
sin duda El segador de cañas; un
relato turbador, largo y diferente en el que se mezcla la historia del narrador
con la del personaje que encuentra una noche de luna llena en la isla de un
río, capaz de hacerte transportar a ambas historias sin solución de continuidad.
El relato posee una cantidad tal de delicadas imperfecciones y ramificaciones que
lo convierte en una obra maestra.
El humor y una cierta melancolía
del relato que cierra el volumen, La
gata, el amo y sus mujeres, también hacen de éste un cuento muy hermoso.
De todas formas cada uno de los
relatos posee personalidad propia y sería suficiente el encontrarlos sueltos en
un libro de relatos para convertirlo en una obra de arte.
En definitiva, una obra muy
recomendada para conocer ideas, deseos, expresiones, múltiples facetas del
amor, todo contemplado desde un mundo ya desaparecido (o no tanto) que a los
occidentales nos resulta magnético: el Japón de hace cien años.
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