martes, 9 de marzo de 2010

La noche de los tiempos

He terminado hace unos días la novela así titulada de Antonio Muñoz Molina. Durante las casi mil páginas que abarca el libro, me ha costado horrores recordar el título del libro; aún ahora para escribir esto sobre él, he tenido que levantarme a buscarlo porque no lo recordaba. Me ha gustado su lectura que ha durado más de dos meses, me he demorado en las frases, en las pequeñas ideas que salpican un argumento que puede resumirse en muy pocas líneas, en el valor de la palabra, en la recreación de Madrid en unas fechas concretas: primero en el periodo inmediatamente anterior a la Guerra Civil y luego en los primeros meses de ésta. La historia de amor no me ha convencido del todo, aunque habla de la pasión desde distintos puntos de vista, con un final un poco forzado, con coincidencias y casualidades no imposibles, pero improbables. Me ha gustado mucho la voz de fondo que imagina desde la actualidad, con mucho oficio de narrador, yendo siempre un poco más allá de las apariencias. También las sensaciones de lo que es una guerra, de lo difícil que es desenvolverse allí para todo el mundo, incluso para los que huyen de ella por convicción. Muñoz Molina ha elegido el camino de demorarse en la escritura de describir minuciosamente detalles, de colocar en cierto modo sus pequeñas ideas, sus aprendizajes, algunas de sus opiniones de fondo en el entramado de la novela. A través de sus novelas puede seguirse su formación, su aprendizaje, sus gustos, sus ideas. Esto es bueno, creo que es honesto, que uno pone mucha parte de sí mismo en lo que escribe, de forma que cuando termina un libro es como si lo hubiese parido en el sentido de desprenderse de algo, de colaborar muy activamente en su gestación.