lunes, 20 de abril de 2009

Un libro en la hamburguesería

En la hamburguesería del centro comercial era la hora punta, las diez de la noche de un sábado frío del mes de abril. La cola de espera salía por la puerta del establecimiento, lo cuál no disuadía a nadie de incorporarse a ella, a sabiendas de la legendaria velocidad de las cajeras y dispensadoras de comida en estos locales. Me había vestido rápido con un chándal y había ido a buscar un par de hamburguesas para cenar; calculando que era una hora punta me llevé un libro de relatos, De que hablamos cuando hablamos de amor, de Raymond Carver.
Me costaba concentrarme en la lectura y sentía que mucha gente me miraba, unos de reojo, otros abiertamente sabiendo que yo mantenía la vista fija en el libro. Debía ser un bicho raro en la noche del centro comercial en el que no hay una mísera librería, ni un kiosco, ni ves a nadie leyendo y a la mayoría de los que por allí pululan cuesta imaginárselos leyendo en cualquier otro lugar. Prejuicios. Míos y de los otros en torno a mí. Finalmente me dedique entre párrafo y párrafo a observar a los que tenía a mi alrededor: parejas jóvenes sobre todo, pero también muchos niños, caras de adulto adustas, madres con sus vástagos sin que los padres aparecieran por ningún lado (como siempre en estas ocasiones tiendo a pensar que están viendo fútbol en bares abarrotados de gente mientras trasiegan cerveza en grandes cantidades. Prejuicios.). Me maravilló la rapidez y el exquisito trato de la joven que me atendió en la caja, seguramente trabajadora de paso en busca de una ubicación mejor. Beneficio para la empresa explotadora, beneficio para la estudiante: al ver mi libro sonrió, la única que lo hizo en el local dónde los que antes me miraban parecían despreciarme.

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