lunes, 2 de enero de 2012

Año Nuevo diferente

Pensé que el Año Nuevo sería una seria resaca del vino y el champagne de la cena, una pesadez mental debida a la falta de horas de sueño y luego retazos del concierto de año nuevo vienés y algún salto de esquí. Resumiendo, pasar el día sentado en un sofá dormitando, gruñendo algo de cuando en cuando, parando para comer y luego sestear con alguna película tipo Harry Potter. Y sin embargo no he parado quieto hasta este momento de escritura: madrugar por obra y gracia de penetrantes gritos infantiles, pasear por los acantilados, saltar de roca en roca (cada vez con menos gracilidad), meditar mirando al mar, hacer fotos con el móvil (nueva moda posmoderna) del agua rompiendo sobre los acantilados, divertirme con juegos infantiles casi olvidados en un parque muy, muy verde al que llegamos seguidos a distancia por una vaca, dar de comer una manzana a un caballo, reir sin parar durante varios minutos, dormir una siesta desaforada, pasear por un pinar sobre las dunas, contemplar una puesta de sol que no parecía tal pero que en un momento dado se dejó fotografiar reflejándose en el arenal larguísimo de Valdearenas. No lamentar la ausencia de valses vieneses mientras Anna Netrebko desgrana aria tras aria en el equipo del coche conducido por pistas locales muy sinuosas. Y al final era verdad: estaba Harry Potter en la tele cuando volví a casa.

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