martes, 27 de diciembre de 2011

Lujos sencillos

En estos tiempos que corren existen algunas cosas de las que podemos disfrutar y que son muy, muy sencillas, pero por desgracia nos cuesta mucho apreciar o sabemos que están ahí y se nos suelen olvidar. Muchas de ellas tienen que ver con la naturaleza: hace dos noches estuve en medio del campo observando las estrellas en medio de un frío cortante. Observé una estrella fugaz, o un pequeño cometa que atravesaba mi zona de visión del cielo. También podían verse las luces de varios núcleos de población en la distancia.
Cualquier ejercicio físico bajo este frío de diciembre, con el que sientes cómo el cuerpo compensa la temperatura exterior es otro de esos pequeños placeres, o un paseo en moto (o en bicicleta) atravesando campos de cereal recién nacidos, con esa pelusilla verde tan esperada después de varios meses de ocres y grises, sintiendo como brotan las lágrimas y casi al mismo tiempo se secan o se esfuman con el viento.
Lanzar piedras a una charca helada, sentir cómo cruje el hielo antes de romperse, escuchar el silencio o el canto de los pájaros que soportan el frío intenso hinchándose, ahuecando su plumaje, o simplemente tomar un baño de sol a resguardo del viento durante unos minutos son otros de esos placeres de los que apenas disfrutamos.

lunes, 12 de diciembre de 2011

Mundos paralelos

Desde hace unos días estoy siguiendo con algo más de frecuencia algunos tuits en Twitter, y eso me lleva cada vez más tiempo, de tal manera que tengo la sensación de que me costaría trabajo pasar tiempo sin seguirlos, sin que alguna de esas fuentes me dijera más o menos que es lo que está pasando en el mundo o en los pequeños mundos a los que pertenece. Así, estoy más pendiente de lo habitual de los dispositivos electrónicos que me permiten conectarme a Internet y en particular seguir mis enlaces favoritos. Por un lado reniego de esta pequeña adicción, pero sin embargo ha existido desde siempre (páginas iniciales de Don Quijote por ejemplo) una adicción al mundo narrado en los libros, o a los cuentos infantiles o a los cómics, y durante días uno estaba sumergido en el mundo imaginario de una novela o de un relato o en las aventuras y desventuras de un héroe del cómic. Defiendo pues que se trata de una actualización de esas adicciones que deben ser controladas por uno mismo dentro de lo posible, o quizás debiera decir equilibradas por otros hitos vitales, por un estilo de vida que nos permitiera separar claramente esos periodos de dependencia y limitarlos convenientemente según los intereses y necesidades de cada cuál. Quizás el problema de fondo es que no estamos suficientemente preparados para poder organizar nuestra vida de forma equilibrada y saludable, probablemente por la deficiente estructura y construcción de nuestro cerebro tras los vaivenes evolutivos.

miércoles, 7 de diciembre de 2011

Pantalones abandonados

Se me ha disparado la imaginación.
Desde el coche en marcha he vislumbrado tras la niebla unos pantalones vaqueros, tiesos tras la helada, en un solar al lado de un campo de fútbol terrero. ¿Cómo han llegado ahí?. No sé el motivo de mis elucubraciones pero enseguida he pensado en violencia, en tres o cuatro tipos globalmente indeseables forzando a otro a quitarse los pantalones en medio de la noche fría, como venganza, o como castigo ejemplarizante. Sin ir más allá, ya me parece un castigo excesivo, todo lo que puede imaginar el pobre hombre desprovisto de sus pantalones que van a hacerle, el miedo, la impotencia ante la fuerza conjunta y coordinada de los "malvados". Ya dentro de la situación, uno tiende a echar balones fuera y pensar que algo habrá hecho el fulano, que seguramente tú no habrías llegado a una tal situación, pero eso es autoengañarse, simplificarlo todo. Quizás se ha tratado de las circunstancias, o de un azar capaz de concatenar varios hechos inocuos separadamente, o tal vez es un asunto que pone de manifiesto la maldad intrínseca o predominantemente intrínseca de muchas personas. Imagino sangre y navajas que no llegan a herir mortalmente, pero que avisan, y el hombre desprovisto de sus pantalones en medio del frío, castañeteando los dientes buscando refugio en un hogar que no tiene, al menos en un cuarto seguro o en alguien... O parafraseando a Conrad: ¡El Horror!.